En donde trabajo, cada tanto se hacen actividades orientadas al público en general. Digo, en primera instancia se trata de satisfacer a los políticos de turno -al fin y al cabo, ellos son los que autorizan las partidas presupuestarias-, pero cada tanto hacemos cosas vistosas para que los políticos de turno vean que intentamos acercarnos al público general. ¿Cómo? ¿Que las dos metodologías están dirigidas al político, en definitiva? Ustedes son unos nihilistas, unos negativos.
Una de esas actividades que suelen reiterarse son los seminarios internacionales. El objetivo de estos seminarios -además de que el político de turno vea que podemos movilizar personas y que la foto que le saquen salga relativamente linda- es debatir, con más o menos rigor científico, temáticas afines a nuestras tareas. Y son internacionales porque se traen especialistas del exterior; por lo general, se esbozan nombres de peso en el mundo académico, y luego las limitaciones de presupuesto, agenda, deseo por trasladarse al culo del mundo -es decir, donde estamos- terminan por definir que viene el primero que acepte.
En los seminarios internacionales la idea es dar una imagen de equipo mancomunado. Desconozco, pese a haber estudiado sociología, dónde se origina esa idea tan simpática de que un equipo laboral es mejor que individuos que trabajan. De esa idea es pariente directa la de utilizar la misma camiseta. Y de esa tantas otras. ¿Habrá sido el fordismo? No, ahí se hablaba más de familia. El equipo debe ser más toyotista: es más engañoso, estafador, porque induce a suponer erróneamente que hay un supuesto plano de igualdad. Y, fundamentalmente, que no hay especialidades, que no hay cosas en las que uno es mejor o peor, que uno puede hacer prácticamente todo.
Una de las conclusiones de estas lógicas que se suelen enseñar en los cursos de management más rudimentarios es que es que, cuando llega el momento de los seminarios internacionales, puede observarse al cadete cargando cajas junto a un licenciado con maestrías, a una economista que reparte folletos como si fuese aeromoza, a un ingeniero que se sienta tras una pila de revistas que se pueden mirar pero no tocar ni leer.
Cuando llego al Seminario Internacional, que este año se desarrolla en el Hilton, en el entrepiso del Hilton -tampoco la pavada, no iban a alquilar todo el hotel-, me fijo qué tarea me asignaron. Me habían dicho que iba a estar recibiendo a los inscriptos al seminario para chequear sus nombres y entregarles el material, y apenas arribo descubro con alegría que Chichón de Suelo está asignada exactamente a eso. Voy envalentonado hacia la secretaria, camino tan decidido que mi saco ondea cual bandera victoriosa, en ese pequeño trayecto imagino que finalmente podré hablar con ella, que quedará encandilada por mí, todo mientras decimos bienvenidos al seminario internacional, todo mientras ambos omitimos -por una cuestión de supervivencia psicológica- que estudiamos tanto para terminar haciendo semejante pelotudez. De todas formas, como dije, estoy envalentonado. Le digo a la secretaria:
-Me toca inscripciones, ¿no? Me había anotado para inscripciones, del listado de posibles actividades.
Ella se fija en el listado.
-No -dice.
-¿Cómo, no?
-No. Te toca el stand de la revista.
-No puede ser, tiene que haber un error, hacer recepción de inscriptos es lo que más deseé en la vida, para mí es muy importante...
-Dale, Elemental -se ríe, pensando que hablo en joda como siempre-, no rompas las pelotas.
-Por favor... -ruego, y por un instante estoy a punto de decirle que me siento con pasta ganadora, que tengo que estar cerca de Chichón de Suelo para poder, al fin, entablar algún diálogo.
-Sory -lo dice así, con una sola ere.
Giro. Miro. Chichón de Suelo me saluda con la mano, y luego se pone a recibir a los recién llegados a este Seminario del orto.
Por suerte, el otro asignado al stand de la revista es Manotas. Tiene veinte años, toca teclado en una banda, y nos llevamos realmente muy bien.
-Che -me dice en un momento-, vos te querés curtir a Chichón de Suelo, ¿no?
-¿Tanto, se me nota?
Manotas se ríe.
-Lo que se te nota es que tenés que mojar la batata cuanto antes, Elemental.
-Sí, tenés razón... Igual voy bastante de putas.
-Vos sabés que eso no cuenta.
Claro que lo sé.
Mostramos revistas. Se suponía que teníamos que impedir que se las llevaran, pero tanto Manotas como yo somos dos inútiles, por lo que en pocos minutos ya no quedan revistas en el stand. Es decir: quedamos, solos, en el stand vacío y nos dedicamos a burlarnos de todo. Parecemos, si alguien nos ve, los dos viejitos de los Muppets. Claro que el único viejito, de este dúo, soy yo.
-Te mira -dice Manotas.
-¿Quién? ¿Chichón de Suelo? -me desespero.
-No, no, allá.
Miro. Sonia 00 desvía la vista, pero parece que, sí, Manotas tenía razón.
-¿En serio me miraba?
-Fijo, loco, te miraba fijo.
-Mirá vos.
-Lástima que a vos te interesa la otra, Chichón de Suelo.
-Lástima.
Manotas se ríe.
-¿Cuánto que si ésta te da bola te olvidás de Chichón de Suelo?
No acepto la apuesta. Sé que perdería.
-Lo que vos necesitás es enterrar la batata.
Y puede ser.
A partir de entonces, duelo de miradas con Sonia 00. Ella conduce a las visitas importantes al salón principal. Cuando comienza el Seminario, se queda en el pasillo y, cada tanto, me mira de reojo. Manotas dice que tiene buenas gambas, yo hago hincapié en esa boca que promete petes inolvidables. No sé si ella nos escucha lo que decimos, sí que nos reímos.
Y también sé que en un momento se acerca decidida hacia nosotros, con sus ojos clavados en los míos.
miércoles, 6 de junio de 2007
Sonia 00: Ella se acerca
Etiquetas: Chichón de Suelo, Manotas, Sonia 00