martes, 5 de junio de 2007

Sonia 00: Chichón de Suelo

Chichón de Suelo está en otra oficina. En mi ex oficina, sobre la que ya hablaré en su momento. Es decir, la veo sólo en las reuniones. En las reuniones, Chichón de Suelo -economista, ella, recién recibida- despliega un arsenal de ironías y bromas que me llama la atención. Por "me llama la atención" debe leerse "me quita la modorra". Nuestro jefe la ha tomado bajo su ala, habla muy bien de ella. Ella habla muy bien, también.
Y yo, por primera vez, comienzo a quedarme callado en las reuniones.

Hay ocasiones en que Chichón de Suelo entra en mi oficina, por lo general para pedirle algo al Chancho o al Flaco. Cuando ella entra, no puedo evitar colocarme los auriculares y encender el winamp. A veces, incluso, me pongo los auriculares con el winamp apagado.

En una clase de taller literario -estamos a abril, ahora asisto dos veces por semana, para ver si conozco más gente y además para zafar del grupo de los miércoles al que iba, que era más amargo que la barra brava de Independiente-, cuando el profesor pregunta acerca de qué nos sucedió en la semana, yo me pongo colorado. No sé si es sólo mi sensación, pero pareciera que estoy en una cámara donde han vaciado el oxígeno, donde el silencio es absoluto. Los ojos -del Libanés, de la Trotamundos, de la Cuyana, del Tarta- se posan en mí, descubren que por primera vez no hablo con fluidez acerca de que estuve encerrado mirando películas o series, o escribiendo.
-Hay alguien en el trabajo que me gusta -digo.
Todos me miran más.
Y me siento tan imbécil.