Me despierto y desayuno de mal humor. Mientras bebo un café con leche inmundo (elegimos el hotel más barato para que los míseros viáticos rindieran) entra una chica hermosa. Y cuando digo hermosa quiero decir eso: hermosa. Aún tiene el cabello mojado, viene de ducharse, y el sólo pensar en eso me lleva a imaginarla desnuda en la ducha. Se sienta en otra mesa, lejana pero de frente a mí. La miro, y ella ni siquiera desvía la vista hacia mí: de repente, el inmundo café con leche se ha convertido, para ella, en un manjar. Desayunamos en silencio y en soledad, y cuando termino, cuando Manganetti ya está en la puerta del hotel para ir conmigo a una reunión, aparece la Blonda desde su habitación. Ella también tiene el cabello mojado (¿todos tienen el cabello mojado? Manganetti no porque es pelado, yo no porque a los tres minutos de bañarme ya está seco... ¿qué shampoo debería utilizar? por favor, dejen comment), pero no la imagino desnuda. Se acerca, me saluda, le hago una seña para que se siente, y estoy a punto de decirle que el café con leche es horrible cuando mi mano queda flotando en el aire y la Blonda se dirige a la chica hermosa. La saluda con un beso, hablan algo que no alcanzo a escuchar, y luego gira hacia mí y me hace una seña para que me acerque. Voy, la Blonda dice mi nombre y luego el de la chica hermosa, de cabellos mojados, que no puedo dejar de imaginar desnuda en la ducha (¿las mujeres se dan cuenta cuando un hombre las imagina desnudas?). No hablo, jamás lo hago cuando una mujer me atrae. La Blonda la saluda, me acompaña a la mesa, desayunamos, y mientras bebe su café con leche repugnante (quizás porque bebe su café con leche repugnante y eso despierta sus bajos instintos) me dice en un susurro:
-Esa era la chica que te quería presentar ayer.
Y hoy nos vamos, recuerdo.
El título del post lo dice todo.
viernes, 8 de septiembre de 2006
Soy un imbécil
Etiquetas: General, La Blonda, Manganetti