miércoles, 27 de septiembre de 2006

Hoy una promesa

Vengo de terapia. Por encima de mis (no) relaciones con las mujeres, está el tema de la paternidad. El tema de mi padre, también, que el año pasado intentó suicidarse aunque en mi vida estaba muerto hace rato. El tema, entonces, de que quizás pongo trabas en mis relaciones con las mujeres por miedo a convertirme en alguien como mi padre. En algún momento le digo a la psicoanalista:
-Mirá, todo esto es demasiado complicado. ¿Cómo hago para tomarme la vida más levemente?
No responde. Lacaniana. Si respondiese, sé lo que diría:
-¿Y a vos qué te parece?
Y a mí no me parece nada. Escribo, publiqué una novela, se supone que es como tener un hijo, la primera vez que la vi en un stand de la feria del libro sentí eso, que era un bebé, que empezaba a gatear. Bueno, por lo que fue la repercusión que tuvo, debería decir que fue un bebé con poca vida. Un tullidito, digamos. Y no sigo porque no da para humor negro.
En algún momento de la sesión, me acuerdo de George Lucas.
-Él adoptó y no es casado -digo, con la felicidad de quien cree haber descubierto algo, aunque sea una idiotez.
-¿Es gay? -pregunta mi analista, sorprendida.
-No, creo que no. Si se trata de paternidad, podría adoptar. No tiene por qué mezclarse en mis relaciones con las mujeres.
Me mira. No habla. Hay veces en que gritaría. Pero no, no da. Diría que es una reacción ante mi mismo. ¿Diría que es una reacción de mi inconsciente, si la arrojo por la ventana? Interesante.
-Digo, tengo 35 años. No es como con las mujeres, no voy a tener menopausia (o eso espero) -la analista no sonríe, ya dije que es lacaniana-. Pero tampoco voy a ser un padre viejo, de esos que no pueden tener en brazos a sus hijos, de esos que van a comprar pañales para los hijos y para ellos. No, eso no -estoy embalado, los silencios de la analista no me amedrentan-. Pero prometo esto: si a los 45 no tuve un hijo, hago la gran George Lucas y adopto.
-Esto es una sesión, no un lugar para hacer promesas.
-A mí no me importa, yo lo prometo.
Estoy a punto de llevarme los dedos en cruz a los labios, para besarlos, pero recuerdo que soy ateo. De todas formas, soy un hombre de palabra. Y la promesa ya está hecha.